lunes, 5 de marzo de 2007

Amputame todo.

El sábado fui a un casamiento. No puede haber una palabra más fea que esa, casamiento, puaj. Es como si uno pudiera ver todo lo que involucra esa palabra con solo escuchar su sonido. La conclusión es que es muy terapéutico ir a un casamiento en donde uno no conoce a nadie (hay que asegurarse que la persona que lo acompaña a uno tampoco). Hice muchas payasadas, incluyendo brake dance en el piso con traje y todo. Estaba sacado, como hacía mucho no lo estaba, fue como un regreso a una época en donde no me importaba absolutamente nada. Hice lo que quise por unas horas, temía que los familiares de la novia, al ver tantas payasadas juntas, me castigaran por la retaguardia pero por suerte eso no paso. Yo miraba a las personas que estaban sentadas en las mesas cercanas a donde yo desplegaba mis pasos estrafalarios y podía ver en sus rostros una sonrisa de vez en cuando pero también una cara de "este pelotudo nos está arruinando el casamiento, te queremos cagar a trompadas". Igual, le escapé a sus miradas con mis pasos intergalácticos y mis quiebre de cintura. Por suerte no corrió sangre y una vez más el demonio triunfó sobre los sagrados mandamientos.

El puré de zapallo que viene en bandejita siempre se come (inconscientemente) de adentro para afuera.

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