martes, 27 de febrero de 2007

Liuvia.

La lluvia cae perpendicularmente al piso así: \ \ \ \ \ y golpea el vidrio del colectivo. Con la cabeza apoyada la ventana veo lo \ \ \ \ \ que sucede. Las gotas viajan y chocan contra el cristal, algunas se desarman otras quedan en el vidrio, con forma de pequeños montículos transparentes, y no caen porque el total de su peso no es suficiente como para arrastrarlas hacia abajo. Pasa el tiempo y la lluvia sigue cayendo y más gotas golpean el vidrio y ahí comienza: las que quedan en la parte superior de la ventana y tienen el peso como para comenzar, lentamente, a rodar hacia abajo comienzan un éxodo. El éxodo hacia su destrucción. En el camino se van uniendo con las gotas que estaban inmóviles en el vidrio y a gestar una nueva gota más grande y pesada que va a descender con mayor rapidez. El hecho de que caigan no significa que se unan a todas las gotas que encuentran en su camino, curiosamente solo se unen con algunas. También es curioso el camino que toman, no caen %100 en línea recta, caen por caminos aleatorios, perfectamente aleatorios, sin pasar dos veces por el mismo lugar. Ninguna se apresura, todas parecen flotar en esa calma que todavía existe en la naturaleza. La estoy mirando, la veo ahora y cae. Se destruye, todo se acabó. Orgasmo.

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